ORACIÓN
DEL PADRE NUESTRO
Padre
nuestro; significa elevar
profundamente nuestro corazón hacia el
sentimiento de la filiación Divina de todos y cada uno, y hacia la fraternidad
de todos los hijos del mismo Dios. Padre nuestro quiere decir padre de todos;
quiere decir que todos somos hermanos y que nuestro destino en la vida no es
indiferente a los demás como tampoco tiene que serlo a nosotros el de ellos.
Padre significa amor, preocupación por los hijos, entrega generosa a ellos.
“Que
estás en el cielo”. No nos referimos al Cielo como
un lugar, ni algo relacionado con el espacio y el tiempo. Cielo significa un estado de
pensamiento pleno de felicidad, gozo y armonía.
Armonía es el acompañamiento Divino en el ser humano, nuestro amparo y
fortaleza, pronto auxilio en nuestras tribulaciones.
“Santificado
sea tu nombre”. Esta santidad de
Dios es garantía de la fidelidad de su amor y de su perdón continuo. Sentirnos
unificados al Padre, como hijos de Dios.
“Venga a
nosotros tu reino”. Sentirnos príncipes, hijos del Rey y herederos de la
felicidad, la realización del ideal para el que fuimos creados. Es
identificarnos dentro de la perfección.
Jesús nos dio la orden, de ser
perfectos como nuestro padre es perfecto.
“Hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Hacer la voluntad de Dios sobre la
tierra es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
“Danos
hoy nuestro pan de cada día”. Cada día tiene su afán. Vivir el ahora a
plenitud, sin recordar lo pasado ni preocuparnos por lo que no ha pasado.
“Perdona
nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. En el
centro del Sermón de la Montaña se encuentran la misericordia y el perdón. No
podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano y a la hermana a
quienes vemos. Amar al enemigo es primordial en nuestras vidas, y más meritorio
que sólo dar amor a quienes nos aman.
“No
nos dejes caer en la tentación”. Las tentaciones nos invitan siempre a
quedarnos con lo pasajero y lo mundano, lo
cual no nos permite evolucionar espiritualmente, que es lo primordial en nuestras vidas. Para ello debemos controlar nuestros pensamientos para que ellos sean sólo bellos, puros y justos, para que así mismo lo sean nuestros sentimientos y emociones,
palabras y acciones en nuestra vida.
“Líbranos
del mal”. Entender que la única verdad es Divina. Lo real es la luz y no la
oscuridad. Lo inevitable es la salud y no la enfermedad. Al conocer esta verdad
que nos enseñó Cristo Jesús, esa verdad nos hará libres de todo temor y
sentimientos depresivos. En el perfecto amor, se hecha fuera el temor, porque
el temor lleva en sí castigo.
A través de nosotros se expresa lo Divino. A Dios hay que
identificarlo en nuestro interior. Para lograr sentir esa comunión como hijos
con nuestro padre que vive en cada un de nosotros, debemos controlar nuestros
pensamientos para que fluya el espíritu santo, un espíritu de Amor, arraigado
en pensamientos que nacen en nuestro
cerebro y se afianzan en nuestro corazón: pensamientos plenos
de belleza, pureza y justicia.